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La Emboscadura

Xenofobia y reciprocidad

Libertad
Economia
Comunismo

5 de diciembre de 2019

El victimismo tiene poco que ver con un respeto hacia víctimas propiamente dichas, que son personas concretas expuestas a catástrofes inmerecidas como un accidente aéreo, un terremoto, un bombardeo o una plaga vírica. El derecho trata a los adultos como fines en sí mismos -y no como masa o medio para otros fines- porque les atribuye una libertad/responsabilidad que antes se llamaba alma o espíritu. El victimismo ve al ludópata como una víctima de los casinos y las máquinas tragaperras, al adicto como una víctima de las drogas y al pederasta como una víctima de su educación o constitución. Pero en teoría de la democracia el principio victimista lleva a consecuencias más llamativas aún, ya que el esquema de un mal objetivo (el capitalismo), una bondad subjetiva (el anticapitalismo o izquierda auténtica) y un sector indeciso aunque convertible para la causa (el progresismo genérico) permite mantener las fabulaciones de Marx, Lenin y Fanon en un mundo extremadamente distinto al de Marx, Lenin y Fanon. “Sus ojos están vueltos alrededor de la salida, como trampas”

En el contexto victimista el adjetivo social vehicula prácticamente todo, como en las liturgias sucede con el adjetivo sagrado. Y el principal revés sufrido estas últimas décadas viene de que los electores apoyan privatizar lo antes nacionalizado, des-socializando así su funcionamiento. No es ningún misterio que el cambio viene de sopesar las ventajas de regímenes competitivos sobre regímenes gremiales -a despecho de tantas imperfecciones como tiene la competencia-, si se considera el interés del consumidor. Al victimismo el consumista le parece un insolidario, cuando la solución solidaria sería acabar con empresarios (socios industriales) e inversores (socios capitalistas) estableciendo un mundo donde todos seamos empleados públicos, convirtiéndose la humanidad en algo semejante a un inmenso ejército de refugiados profesionales o perpetuos. Así se acabarían las desigualdades, y la envidia. El inconveniente de esta solución, ensayada largamente en un centenar de países, es que fulminando la iniciativa empresarial fulmina de paso la libertad humana y los derechos inherentes a ella, sembrando la más absoluta desmoralización en lo que respecta a diligencia laboral, honestidad e inventiva.

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