Una Norteamérica consciente de su futuro como superpotencia, aleccionada por la doctrina del Destino Manifiesto, aprobó en 1914 un paquete legislativo que incluía: a) restringir la disposición de opio, morfina y cocaína a médicos y farmacéuticos; b) ilegalizar la producción y consumo de cualquier bebida alcohólica (salvo el vino de la misa); c) generalizar a toda la Unión lo impuesto ya en materia de tabaco por 28 Estados, que era prohibir su empleo en cualquier lugar público. Instada por el Prohibition Party, entonces poderoso en el Senado, la reforma contó con el apoyo de dos entidades germinales —la Asociación Médica Americana y a la Asociación Farmacéutica Americana—, incentivadas por el privilegio de seguir recetando y dispensando pequeñas cantidades de coñac o whisky con fines terapéuticos, y sobre todo por asestar un golpe definitivo a toda suerte de competidores sin diploma (los «matasanos»). El diputado H.C. Hoover —que luego llegaría a presidente del país—, definió la nueva normativa como «el mayor experimento moral de la Historia».
1. Prolegómenos
Los productos controlados o prohibidos representaban una destacada fuente de ingresos fiscales, y considerando que la recaudación iba a contraerse al menos en una cuarta parte el Congreso aprobó la Enmienda XVI, modificando la Constitución para que el gobierno federal pudiese gravar la renta de personas físicas y jurídicas. La Prohibición es, pues, el origen del income tax o IRPF norteamericano. Luego resultaría que la Ley Seca iba a derogarse en 1933, y que el tabaco pudo con sus detractores hasta topar de nuevo con ellos hacia finales del siglo XX. Pero los tres productos de botica controlados se transformarían en docenas, después en centenas y por último en indefinidas sustancias con influjo sobre el ánimo, algunas controladas con receta y otras desterradas del vademécum. Ajeno al fondo del cambio, el gremio terapéutico siguió consumiendo y dispensando liberalmente morfina y cocaína hasta que en las consultas y farmacias aparecieron policías fingiendo ser adictos, o simples usuarios, y ya en 1921 unos 70.000 médicos, dentistas y farmacéuticos americanos habían estado o estaban en prisión por «conducta indebida». Será ese año cuando el Journal de la Asociación Médica Americana denuncie «una conspiración para privar a la medicina de sus derechos y responsabilidades tradicionales».

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